La aparición de los relojes Roskopf marcó una nueva etapa en el mundo de la relojería. Hasta ese momento el reloj de bolsillo era exclusivo de las clases pudientes, como objeto de utilidad y también como símbolo de poder económico, ya que no era asequible para la gran mayoría.
Georges Frederic Roskopf, nacido en Alemania y emigrado a Suiza, después de haber sido aprendiz de relojero dedicó todo su empeño en conseguir realizar un reloj que pudiese venderse a bajo precio para que llegase a las clases populares. Simplificó la maquinaria dejándola en 57 piezas de las 160 que tenían los modelos anteriores. Empleó buenos materiales y consiguió un reloj resistente y muy fiable al que bautizó con el nombre de “El Proletario”, en clara alusión al público al que iba dirigido.. Salieron al mercado en el año 1867 y, ese mismo año, en la Exposición Universal de Paris, fueron premiados con la Medalla de Plata.
El reloj Roskopf gozó de gran aceptación y fue muy popular entre las clases trabajadoras. Tuvo muchos imitadores y falsificadores pero nunca consiguieron igualar la calidad del original.
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